- Comprender sus dificultades y limitaciones. No todo el alumnado aprende de la misma forma ni con la misma velocidad. Hay que aprender a adaptarse.
- Adaptar la velocidad del aprendizaje y sus tareas a su capacidad de atención y tolerancia. El alumnado con TDAH necesita secuenciar su aprendizaje al ritmo propio del alumno. Por ello, se recomienda estructurar el estudio en sesiones máximo de 45’ y con descansos de 15’ entre ellas. Con los más pequeños, pactar descansos de 5’ cada 15’. Hay que tener en cuenta que el alumnado con TDAH se cansa antes con el trabajo intelectual. Hay que permitir al niño/a moverse cuando lleva un tiempo
- Programar el estudio y anticipar aquello que se va a trabajar. Es importante utilizar una agenda y realizar un calendario. También es importante recordarle aquello que se ha de hacer y avanzarle las tareas a desarrollar.
- Ignorar conductas concretas como ciertos ruidos o despistes mínimos siempre que sea posible.
- Importancia de un ambiente organizado, ordenado, con luz, estructurado. Hay que intentar que el espacio de estudio sea un sitio apetecible para el estudio, y que sea en el mismo lugar siempre. El niño/a tiene que tener SU espacio de estudio. Evitar distracciones.
- Explicar mediante instrucciones concretas y breves. Utilizar frases cortas y directas, con fijación ocular y proximidad física.
- Intentar supervisar pero sin atosigar ni cuestionar. Conviene controlar y supervisar el trabajo del niño/a de manera indirecta. Hay que intentar dar autonomía en el alumno/a y confianza en su trabajo con el objetivo de mejorar su motivación por el estudio. IMPORTANTE al final: reforzar positivamente lo bien que lo ha hecho, con mucho apoyo verbal positivo.
- Evitar el castigo y intentar ignorar aquellas conductas o comportamientos indeseables. Aquellas conductas incorrectas o que no son deseables y que se repiten en el tiempo, conviene retirar la atención y reforzar las positivas.
- Si hay que corregir algún comportamiento o actitud, modificar las conductas menos difíciles e intentar dividirla en pequeños pasos, así nos permitirá reforzarla de manera progresiva al conseguirse pequeños objetivos.
- Tenemos que fijarnos en los comportamientos positivos y en todo aquello que hace y se esfuerza. El niño/a tiene que percibir en todo momento lo positivo por encima de lo negativo. Nuestra atención tiene que focalizarse en esta dirección.
- Tenemos que intentar prever los comportamientos negativos que muchas veces sabemos que se van a desencadenar en un momento determinado, como gritos y enfados. Por ello, hay que ignorar las conductas negativas y disruptivas, y así tenderán a disminuir i extinguirse en el tiempo.
- Hay que dejar claro qué conductas no son aceptables. Haber avisado al niño/a y que éste sepa qué aspectos no se toleran, le creará seguridad de lo qué puede hacer y qué no.
- Si castigamos, se ha de aplicar inmediatamente a la acción realizada. El castigo ha de adecuarse a la conducta realizada y no a nuestro estado perceptivo. Una exageración en el castigo o la ausencia de éste será negativo para el niño/a y nuestra relación con éste.
- Si estamos ante conductas desafiantes, el niño/a necesita de unas normas claras pero a la vez ha de saber cuáles son las consecuencias de su comportamiento. Unas consecuencias que han de ser realistas y instantáneas, ni exageradas ni futuras en el tiempo. Por ejemplo, evitar frases como “estarás castigado un mes o ahora ya no saldrás con tus amigos/as”. Han de ser precisas en el tiempo y su duración, por ejemplo, “esta tarde no irás al parque o este fin de semana no iremos al cine”. Y IMPORTANTE, ¡lo que se dice se cumple!
- No entrar en discusiones. Hay que mantenerse firme pero con afecto.
- Compartir tiempo con nuestros hijo/as para potenciar una relación positiva y de afecto, que a la vez darán confianza y tranquilidad en ellos/as.